Desde hace más de tres décadas a través de las encuestas del uso del tiempo hemos demostrado como las mujeres hacemos el 90% del trabajo de cuidado, como las mujeres trabajamos el doble o hasta el triple que los varones si se computan las trabajos de cuidados y como la falta de remuneración de estas tareas es injusta y conspira contra nuestro bienestar y el de nuestras familias.
El sistema por un lado no puede funcionar sin las tareas de “reproducción social” o cuidados y por otro se niega a pagar sus costos o les reconoce escaso o nulo valor económico. Algo similar ocurre con la Naturaleza, a la que trata como recursos ilimitados sin medir las consecuencias de su devastación.
Así hoy se dan en casi todo el mundo explosivos debates en relación al acceso a la salud universal, la educación gratuita, la justicia ambiental, el acceso a energías limpias, la vivienda y el transporte público en el marco de la crisis del sistema y la reacción social ante crecientes injusticias.
En la Ciudad de Buenos Aires consagramos en 1996 la democracia participativa, la descentralización en comunas y la paridad entre mujeres y varones, sin embargo después de un impulso inicial, muchas de las normas han sido bloqueadas. Sin embargo la ciudadanía vigorosa se auto-organiza y da batalla para que no muera aquel espíritu constituyente. Así miles de resistencias al sistema extractivista patriarcal urbano en todas sus formas en cada barrio y en cada lucha colectiva por los espacios verdes y públicos y los bienes comunes como así también en la construcción del Interconsejo consultivo para que no mueran las comunas.
Las mujeres desde los barrios de las 15 comunas nos articulamos y organizamos para cuestionar un planeamiento urbano que nos excluye en su elaboración y que nos descuida a todas. Las ecofeministas elegimos pensar las ciudades y los territorios desde un enfoque complejo e interseccional, entendiendo que los debates que estamos dando hacen referencia tanto a nuestro primer territorio (nuestros cuerpos) como también a aquello que excede lo urbano y que refiere a los territorios en general.
Las mujeres pensamos las ciudades no solo a nuestra medida sino pensando en todos: en niños, adultos mayores, personas con discapacidad, migrantes, personas Lgbt, personas no humanas y la armonía con la Naturaleza. Igual que contribuimos a visibilizar las violencias, a instalar nuevos temas, tales como la división sexual del trabajo, el cuidado, la salud sexual y reproductiva, nuestros derechos sobre nuestros cuerpos y nuestras sexualidades.
Desde la perspectiva feminista la habitabilidad importa incorporar en las políticas de gestión territorial y en la escala microlocal:
1) Distribución equitativa de tareas y un compromiso solidario y equilibrado entre los integrantes de la comunidad;
2) Espacios libres de violencia;
3) Espacios para el encuentro y la colectividad que dignifiquen la experiencia de ser peatón y garanticen la accesibilidad;
4) Acuerdos para la convivencia que posibiliten mantener las redes de sostenimiento de la vida con equidad en las responsabilidades entre géneros;
5) Recuperación de la memoria: espacios que respeten lo ocurrido/construido y faciliten la elaboración de duelos colectivos y pérdidas.
En el caso específico de Buenos Aires las conclusiones más relevantes hasta ahora en materia de infraestructura de cuidados son:
– la falta de acceso al agua (1 de cada 7 habitantes no tiene);
– la falta de infraestructura educativa para niños de 45 días a cuatro años (faltan 400 escuelas para la demanda insatisfecha);
– la falta de educación con doble escolaridad, la falta de acceso a internet gratuito para quienes estudian;
– la falta de gabinetes de apoyo para niños con dificultades en el estudio;
– la falta de asistencia en salud mental;
– la falta de espacios públicos y gratuitos de socialización para adolescentes y jóvenes;
– la falta de espacios públicos y gratuitos deportivos:
– la falta de espacios verdes y públicos (1,5 m2 por habitante en lugar de los 10 a 15 recomendados por la OMS, en paralelo a la alarmante privatización de 500 hectáreas de espacios públicos en los últimos trece años de las cuales 150 ha eran verdes);
– su inequitativa distribución en la ciudad, la falta de accesibilidad y el agravamiento en las condiciones de habitabilidad para personas mayores y en situación de discapacidad; y
– la inequitativa distribución entre el Norte y el Sur de la Ciudad de centros de día para personas mayores.
Estas falencias impactan espacialmente sobre nuestras vidas y cuerpos como mujeres.