Los países de la región tienen el desafío de lograr que el desempeño económico beneficie a las mujeres, no dañe la naturaleza y contribuya al desarrollo de nuestros países.
El ecofeminismo visibiliza la explotación de las que somos objeto: las mujeres y la naturaleza en el modelo capitalista extractivista patriarcal, donde hay patrones culturales y simbólicos que naturalizan esa dominación. Desde esta perspectiva propiciamos alternativas porque el extractivismo de la naturaleza y el financiero pueden y deben revertirse.
Venimos proponiendo -sin ser demasiado escuchadas hasta ahora- dejar de subsidiar de manera directa o indirecta actividades económicas contaminantes o extractivas que generan daños al ambiente como la mega minería o la agroindustria con agro tóxicos. También desde hace tiempo venimos planteando que la deuda es con nosotras y con la naturaleza y que debe abordarse el tema de la deuda soberana sin aceptar condicionamientos que violen los derechos humanos de la población y especialmente de los grupos más vulnerabilizados.
América Latina es la región del mundo más brutalmente endeudada. Y ahora con la excusa de la emergencia climática se está engrosando aún más la acumulación de deuda en países del Sur. Los países que hemos acumulado niveles de deuda insostenibles están haciendo ajustes que recaen sobre los sectores más humildes y clases medias. El financiamiento climático, que debe responder al principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas -tal como se formula en los Principios de Río de 1992 para reflejar la deuda climática histórica- se está proporcionando principalmente a través de préstamos y modalidades de generación de deuda que empeoran la carga financiera a cargo del Sur global. Resulta paradójico que los países que sufren los peores impactos del cambio climático han contribuido muy poco al mismo y, sin embargo, enfrentan los costos de endeudamiento más elevados debido a sus vulnerabilidades climáticas. Casi no les queda otra opción que endeudarse para financiar la mitigación y adaptación climática, así como financiar la reconstrucción y recuperación después de eventos climáticos extremos.
¿La brecha de género en el mundo laboral, podría afectar el crecimiento del PBI?
En la reciente XV Conferencia regional sobre la Mujer de CEPAL y ONUmujeres que ha tenido lugar en estos días en la Argentina a estas propuestas para enfrentar el extractivismo financiero agregamos la reflexión sobre el sistema de tributación en la búsqueda de financiamiento para avanzar hacia sociedades del cuidado.
La evasión de la renta corporativa y de los individuos más ricos conspira y daña la estructura económica de América Latina y el Caribe para hacer frente a tantas necesidades sociales. El 40% del beneficio de las grandes empresas multinacionales va a parar a las “guaridas fiscales” (que sólo son “paraísos” para los que evaden). La evasión fiscal en América Latina y Caribe es del 6,3% del PBI. Esto es: 35600 millones de dólares anuales que se pierden y que según OXFAM podrían servir para escolarizar a 124 millones de niños/as. La falta de transparencia genera flujos ilícitos.
Además, nuestro sistema tributario es productor y reproductor de las desigualdades. El sistema tributario en la región es regresivo y “antimujeres”. Los sectores más pobres pagan más a través de los impuestos indirectos. El 50% de la recaudación de nuestros países recae sobre los sectores populares. El capital lo tienen los varones y cualquier beneficio es para ellos. Hay un evidente sesgo machista.
La desigualdad de género asume una dinámica particular en los países de Latinoamérica, cuya formación de los Estados está marcada por procesos de colonización, esclavitud y explotación de los bienes naturales por parte de los países colonizadores. Otra característica de nuestras economías son los altos indicadores de desigualdad social, que asume un carácter de segregación de género, raza y clase, y es mantenida por un sistema tributario regresivo, por la concentración de capitales y tierras, intervenciones internacionales y falta o deficiencia de servicios públicos. Además, el modelo históricamente generó excedentes poblacionales desempleados o subempleados. En el caso de las mujeres, su ingreso al mercado laboral sucedió de manera marginal y segregada, a costa de otras mujeres, las empleadas domésticas remuneradas, y de una red de relaciones de cuidados comunitarias.
La pandemia intensificó las desigualdades de género ya existentes en el mundo, alcanzando principalmente a los países periféricos, que ya estaban en crisis económica. Además, se suman otras cuestiones recientes: el desempleo estructural derivado de las nuevas tecnologías ahorradoras de fuerza laboral; cambios climáticos, que impactan principalmente a la población de las zonas rurales, dificultando la producción de alimentos; y el envejecimiento poblacional que intensifica el tiempo de trabajo de las mujeres orientado a los cuidados.
Algunos esperanzadores buenos ejemplos de cambio nos lo dan Colombia y Chile. Colombia acaba de aprobar una reforma tributaria altamente redistributiva: un impuesto a la riqueza e impuestos extraordinarios al petróleo y al carbón. Paralelamente la Alcaldía de Bogotá está tomando el sistema de cuidados como base para la generación de empleos productivos, asumiendo la economía del cuidado como sector estratégico.
Por su parte Chile avanzó en una reforma tributaria para reducir la evasión y la elusión global y para una mayor equidad territorial y descentralización fiscal. Han reducido la base imponible en el caso de personas con discapacidad severa y para personas con niños/as menores de dos años. Proponen aumentar la transparencia fiscal, el diálogo y la información a la ciudadanía sobre la “ruta de los impuestos”. Están pensando en impuestos correctivos para promover un nuevo paradigma en materia ambiental.
En este contexto venimos a promover un pensamiento innovador. No es repitiendo las viejas recetas que obtendremos mejores y diferentes resultados. No se trata de reformas cosméticas en políticas fracasadas. Se trata de la necesidad de un cambio civilizatorio. Atravesamos no solo una crisis económica, financiera, ambiental y social, sino una crisis existencial. Los países de la región tienen el desafío de lograr que el desempeño económico beneficie a las mujeres, no dañe la naturaleza y contribuya al desarrollo de nuestros países. Una reforma al sistema tributario y financiero contribuirá a la sociedad de los cuidados. Pero lo fundamental es la convicción de la necesidad del cambio de paradigma y la decisión política de llevarla adelante. Desde el ecofeminismo lo vamos a construir.