En el modelo capitalista extractivista patriarcal hay patrones culturales y simbólicos que naturalizan la dominación y explotación de la tierra, los animales y las mujeres.
Por contraposición, las ecofeministas reconocemos, respetamos y valorizamos la vida en la diversidad en todas sus formas: todo organismo del suelo, planta, animal, toda forma de comunidad humana, toda cultura que ha evolucionado, al decir de Vandana Shiva, física y filósofa ecofeminista hindú.
Para satisfacer las necesidades básicas de una población en crecimiento dentro de los límites de los recursos finitos de la Tierra, es necesario idear un modelo más sostenible para la producción, el consumo y la economía en su conjunto. Si no hay un cambio de modelo, si no se respetan los derechos de la Naturaleza o al menos si no se recupera la armonía con la Naturaleza, la plena vigencia de los derechos humanos para todes será inviable.
En América Latina se configuran de manera flagrante, sistemática y sostenida en el tiempo varias discriminaciones colectivas en el acceso a un ambiente sano, a la vivienda y a la infraestructura de cuidados, afectando a diferentes grupos, a veces agravadas por sus dobles o triples pertenencias (condiciones de pobreza, situación de calle, mujeres y personas trans, migrantes, niños/as, adolescentes, adultos/as mayores, personas con discapacidad, pertenencia barrial o ubicación espacial, entre otras).
Son los propios poderes del Estado, a través de sus omisiones y a veces a través de leyes y políticas públicas, e incluso a través de fallos judiciales, los que arbitrariamente impiden, obstruyen o restringen el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos al hábitat digno y al ambiente sano, menoscabando el Buen vivir rural y urbano de muchas personas, colectivos y de las generaciones futuras, desconociendo además las instancias y procedimientos de la democracia participativa.
Los cuidados que proponemos para la vida en nuestro planeta exigen garantizar los derechos humanos y la integridad de los ecosistemas, garantizar los derechos universales de acceso al agua y al saneamiento. Invertir en una educación resiliente, transformadora del género y de Justicia climática, promover la salud --incluida la salud sexual y los derechos sexuales y reproductivos-- garantizar los derechos colectivos de las mujeres a la tierra, proteger especialmente los océanos, la criosfera, los ecosistemas costeros y sus comunidades locales.
Las ecofeministas somos hoy defensoras en nuestros territorios y guardianas de la vida en el planeta. No queremos hacerlo solas.